jueves, 28 de junio de 2018
ESTA ES LA CARATULA CLASSICA DEL 06/19/118
Con 7 años de edad fue declarado “Niño Prodigio” del país antillano. No era para menos: a tan temprana edad ejecutaba el oboe con la destreza que a sus 70 años y un poco más, le granjea el apelativo de “maestro”. Aprendió la ejecución del instrumento impulsado por don Federico Camejo, quien reemplazara a su padre biológico tras la muerte de este último cuando el entonces niño solo tenía dos años. En consecuencia,
solo recuerda a un padre, aquel que lo llevó a trasegar los senderos complejos de la música clásica, el mismo que le inculcó los buenos modales característicos de su personalidad jovial y lo involucró en la banda musical de su pueblo natal. Pero, por supuesto, es consciente de que le debe la vida primero a Dios y después a don Ramón Almanzar, su verdadero progenitor, un rico hacendado de la región del Cibao, de quien no tiene ningún recuerdo sólido.
A los 12 ya era un músico connotado. Dejó a un lado las partituras de Mozart y Bach, “porque ese género solo produce grandes satisfacciones”, conformando su primera orquesta con los amigos más cercanos, todos ligados a la música pues, como dice don Primitivo, “en Dominicana el que no es beisbolista está
metido de lleno en la música”. “Caramba, yo creo que en nuestra nación ya es hora de crear universidades solo para descubrir y cultivar nuevos talentos tanto en el canto como en el deporte preferido por nosotros: la pelota caliente”.
Recién cumplidos los 17 años, cuando el bate de la popularidad golpeaba pelotas de hit por todas las emisoras de radio dominicanas, fue cuando le ocurrió la anécdota que marcó para siempre su vida. “Yo era flaquito y muy tímido. Pero eso sí, al momento de subir a la tarima sabía que no podía fallarle a mi público. Para esos días un señor muy rico de la región me
contrató para tocar en una fiesta sin conocerme previamente. Cuando llegué a su enorme finca me recibió con una cara terrible. Dudaba que yo fuera Primitivo Santos. Gracias a Dios la hija de este hombre me reconoció y quedó mucho más tranquilo cuando escuchó tocar la orquesta. Ese día decidí no bajarme nunca más de una tarima”.
Transcurrió el tiempo y con él su fama fue en crecimiento. Convertido ya en un verdadero portento de la música de las Antillas fue designado Agregado Cultural de República Dominicana ante la Casa Blanca, en Washington. Para entonces, su primera canción en acetato “Unión Eterna”, se escuchaba sin tregua en varios países del Caribe. “Ese primer sencillo tiene una historia jocosa. Resulta que un gran amigo
decidió contraer matrimonio y yo no sabía que regalarle pues era una persona con mucho dinero. Entonces le dije que lo único que podía darle como presente de boda era una canción. De esa manera lo inmortalicé, de paso obligando al amigo a permanecer toda la vida al lado de su esposa”.
Radicado en la capital norteamericana, don Primitivo no solo adquirió proyección sino también una especie de poder sano y bien aplicado. Su posición diplomática lo convirtió en el músico que amenizaría los grandes bailes en las más importantes embajadas con asiento en Estados Unidos y en otras partes del mundo. Durante ese tiempo, más de 5 años, hubo muchos
lugares de América que disfrutaron plenamente de su estilo peculiar. Sin embargo, sería Nueva York la ciudad en donde más se impuso su género musical en aquella época, con presentaciones multitudinarias en el Madison Square Garden y en el Radio City Music Hall.
“Yo estuve rodeado de los mejores exponentes de la salsa y el merengue. Bromeaba mucho con Tito Puente, también con Celia Cruz. Todos ellos iban a casa y mi querida esposa Gina les preparaba ricas viandas. El problema es que al final todos
querían volver no por mí sino por la sazón de doña Gina, quien tiene fama de buena chef y es la culpable de mi abultado estómago”. (Suelta una estridente carcajada).
Con su amada de 61 calendarios deshojados procreó a Arturo, quien heredó la vena musical ejecutando instrumentos de percusión. El niño que creciera en las calles de Washington y Nueva York sería bastión principal de la orquesta de su padre, más tarde al lado de Carmen Luisa, su esposa, quien hace los coros. “La voz de Carmen Luisa es como el canto de una fina ave que susurra al oído del ser enamorado en el lindo amanecer de un día lleno de romanticismo y gozo”, sentencia don Primitivo.
En 1967 grabó la canción que más éxito le traería: “El Manisero”. “Ese tema es la base de la música cubana, compuesto por Moisés Simmons, en 1926. Yo lo incluí en el LP titulado ‘Primitivo y su combo en Washington’, convirtiéndose en un gran hit y en uno de los primeros ‘Discos de Oro’ de mi carrera
profesional”. Para Armando Segovia, un cartagenero “cuba-melómano” radicado en Bogotá, la mejor versión instrumental de “El Manisero” es la grabada por Mario Bauza, y concuerda con el ingeniero Isaac Zúñiga y con Tony Morales en que la mejor versión ejecutada y cantada es la de Primitivo Santos. Sin dudas, los tres tienen la razón.
“A finales de 1978 más de 400.000 dominicanos residíamos en Nueva York. Ya desde el 73 las principales orquestas de Salsa incluyeron Merengue en su repertorio. Los pioneros en la difusión del Merengue en Nueva York fuimos Pacheco, Ismael Miranda y fundamentalmente yo, según lo constatan los mismos investigadores musicales. En 1975, siguiendo la senda creada
especialmente por este humilde servidor, “Milly y Los Vecinos” imponen un salto cualitativo en los textos y arreglos musicales, tomando así el ejemplo de la gran folklorista dominicana Elenita Santos, una mujer a la que admiro muchísimo. También ella es una de las fans de la comida preparada por doña Gina”, relata el “maestro”.
“En un principio lo que pasaba es que la clase alta no aceptaba el merengue por su vinculación con la música africana. Otra de las causas para el repudio de esta música eran las letras, generalmente subidas de tono. Pero finalmente, por su carácter de danza de regocijo, se introdujo con facilidad en los lugares de fiestas generales, venciendo la oposición gracias al sabor de su ritmo”, dice.
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